martes, 23 de noviembre de 2021

Prefacio #1

 Testimonio de mi Enterrada Sensibilidad


Del sufrimiento han surgido las almas más fuertes. 
Los caracteres más sólidos están plagados de cicatrices. 
Khalil Gibran


Desde temprana edad y debido al ámbito socio-cultural en el  que se ha desarrollado  mi vida, ha habido un concepto de  enseñanza que sobresalía por entre todos las demás, la contrariedad en la vida que surge en la búsqueda interminable de la felicidad. El discurso predominante pregonado por los sistemas de propaganda era el de la felicidad contenida en productos innecesarios para la sobrevivencia, una reducción mercantilista de la sensibilidad humana. Apelando al deseo para la satisfacción de necesidades artificialmente creadas con el único fin de perpetuar una insatisfacción que condujera al constante consumo de mercancías descartables en un periodo corto de tiempo.



Dejando de lado los esquemas de pensamientos impuestos durante la infancia, las emocionalidad que los estímulos externos causaban en mi sensibilidad siempre causaron una conflictividad interna alimentada por la actitud introvertida de mis actos. Combinado a sucesos trágicos y desenlaces infortunados que se han ido presentando durante mi paso por la existencia, la respuesta sentimental externa que he profesado ha sido la de la anulación total de los sentimientos o también denominada como apatía, respuesta que me ha dotado de una tranquilidad insospechada 
aunque acompañada de un aislamiento por momentos tortuoso; admitiendo mi condición de ser humano, ser sociable por naturaleza, he entendido que la sociabilidad con mis demás congéneres llevara implícita una emocionalidad inherente al proceso de fraternización. He aprendido a apreciar la soledad a la que mis  decisiones me han llevado, y en ciertos momentos ha sido motivo de goce, sin embargo considero que la labor del poeta no puede llegar a ser completada sin la constante experimentación de la emociones contenidas en su sensibilidad externa e interna; se hace necesario que se llegue a poseer una especie de colección de experiencias referentes a emociones y sentimientos para poder proveerse de la imprescindible inspiración que debiera de ser utilizada al momento de componer versos. El secreto del poeta reside en sus experiencias. Referente a la emocionalidad existe todo un espectro que ha sido erróneamente dividido entre emociones negativas y emociones positivas, es un nefasto error tal división ya que darle una connotación negativa a una parte de tal espectro solo lleva a la errada supresión de esas emociones tachadas como perjudiciales, negando el debido procesamiento en la psique, derivando en manifestaciones físicas patológicas, que en tiempos posmodernos se han buscado aliviar con medicamentos y combinaciones químicas que terminan agravando patologías ya existentes y/o causando otras nuevas.




La complejidad del ser humano reside, a mi parecer, en el constante desentendimiento consigo mismo, el miedo injustificado que deviene de poseer el conocimiento del ser dentro de sí, temor que ha sido infundado debido al inconveniente que surge del hecho de que toda persona consciente de su propia existencia, insignificante y efímera busque de otros medios menos materiales para la satisfacción de sus necesidades. Cuando una persona da inicio con el proceso de conocimiento sobre el ser dentro de sí, los temores e incertidumbres se van apegando a una dimensión de su psique que ya no condiciona sus actos, se comienza con la aceptación de la imperfección propia y el desechamiento de los condicionamientos que regularizado sus conductas. 


Centrándome nuevamente en la idea de que el poeta debe de ser susceptible al espectro emocional dentro de sí, sin negarse a experimentar la totalidad del mismo pero sin que uno o varios aspectos del mismo dominen su interpretación consciente de la realidad, ya que si solamente se centra en un solo aspecto del dicho espectro, su narrativa poética llegara a perder la precisa variedad temática que despierte la sensibilidad del lector. Todo poeta debe aspirar, como mínimo fin el despertar en el lector la experimentación del mayor porcentaje del espectro emocional posible, de plasmar en sus versos la sensibilidad que sintetice en palabras la sublime presencia de la estética en la totalidad de los ámbitos que se dan en los procesos de sociabilidad del  ser humano. Así mismo se hace indispensable una extraordinaria sensibilidad a la infinita variedad de los estímulos externos, una sensibilidad en extremo receptiva y con la capacidad de percibir eventos que suelen pasar desapercibidos para la mayoría de las demás percepciones sensibles o son simplemente ignorados; eventos insignificantes como la caída de un hoja, el batir de las alas de una mariposa, el reflejo de un haz de luz en alguna ventana pueden llegar a causar en la percepción del poeta, una representación de hechos encadenados que llevan a que este entreteja gracias a su talento una serie de palabras que conjugadas le den voz a esos minúsculos eventos y haga perceptible para las masas la escondida estética tras la pequeñez o la simpleza.




Existen diversas metodologías, de las cuales todo poeta dentro de sus capacidades puede hacer uso, metodologías establecidas por hábitos, costumbres o elecciones que condicionaran el proceder al momento de la escritura; igualmente son diversos los instrumentos a los que el poeta recurrirá para canalizar las  enseñanzas que ha ido recolectando gracias a las experiencias,  aunque muchas veces este proceso de canalización puede llegar a tornarse  desgastante, pues suele hacerse necesario desencadenar un proceso de disociación que permita la alteración de la temporalidad en la que el poeta se halle, aclarando que es en sentido figurado lo anteriormente explicado; todo con el único fin de revivir la remembranza de la vitalidad perdida por hallarse en eventualidades pasadas. Decir que la inspiración poética asalta con mayor intensidad por las noches suena a cansado cliché, sin embargo tal suposición esta imbuida en un aura poética de extremada tentación; el acto de componer versos durante la vigilia, aceptando la invitación que el silencio hace a la soledad del poeta, es de un innegable goce. Al estar sumido o rodeado por el silencio del exterior, se le dota al interior con la suficiente voluminidad para que logre el eco suficiente para quebrar la impuesta ignorancia con la que a diario se intenta acallar la mayormente tormentosa voz de la conciencia. Estando en una circunstancia de silencio es ineludible la confrontación con los más profundos temores, los más ocultos deseos y los más olvidados traumas, es debido a esa singular razón que la consciencia del poeta tiene una suerte de tormento con la que se debe de lograr un equilibrio para no sucumbir ante ella.




Volviendo a la experiencia personal que he obtenido debido al acto reiterado de componer poesía, debo de reconocer que ha sido desde terapéutico hasta catártico, pudiendo permitirme una exploración por ámbitos de mi pensamiento de los que ignoraba su existencia. Ha llegado a convertirse en una aliada indispensable en las tortuosas noches de inacabable insomnio, en un solicitado consuelo en medio de las conflictividades de mi humanidad y en el esencial instrumento que me ha permitido dar una profunda exploración psicológica a mi emocionalidad y a la aceptación del espectro completo de sentimientos que han surgido de las experiencias que eventualmente se han sucedido en mi existencia. Como conclusión solamente me queda expresar que el disfrute que he llegado a experimentar al momento de componer los versos que serán leídos a continuación ha sido de un gusto agradable, dándome entendimiento acerca de los secretos que solamente se obtienen luego de horas  de dedicación, de repetidas lecturas y correcciones y sobre todo de sinceridad para con el ser dentro de mí.


Guatemala, 31 de agosto de 2019.


Prefacio del libro "Lirismo Romanticista".











Vacua Consciencia 2.0