martes, 14 de diciembre de 2021

Prefacio #2

 Reflexión Primera Sobre el Suicidio



El suicidio está en la soledad de un escritor. Uno está solo incluso en su propia soledad. Siempre inconcebible. Siempre peligrosa. Sí. Un precio que hay que pagar por haber osado salir y gritar. 
 Marguerite Durassis





Entiéndase al suicidio como el acto voluntario que comete el individuo de arrebatarse la vitalidad, desechando el ser para sí de la existencia. En el suicidio se hace manifiesta la máxima existencialista que sentencia al individuo a ser, un ser condenado a la elección. Elecciones que por consiguiente acarrearan consecuencias sujetas a la interpretación del individuo que las padezca, así como para el grupo social que por lazos culturales, socioeconómicos o afectivos, este en cercanía con él.


Se debe aclarar que la voluntad de elección engendra en el individuo una suerte de ilusión de libertad, libertad que no es más que una falsa confianza atribuida a la necesidad de creación de recursos que este individuo necesita para reafirmar la idea, establecida desde la infancia, de que él es “dueño de su destino”, destino que está preestablecido aun desde antes de su concepción. Perpetuando la invisibilidad en la que se ha imbuido al sistema dominante; sistema que maneja desde las relaciones de sociabilidad, de producción y de pensamiento. El sistema dominante, al ser el que condiciona los tipos de relación antes mencionados, dota de su influencia directa al acto de elegir, al ser el mismo que domina, las opciones que derivaran de las elecciones que se harán presentes a lo largo de la temporalidad en la que el individuo se desenvuelva. Por lo que el acto de enraizar el concepto de libertad en el pensamiento colectivo se ha convertido en el acto fundamental para lograr la invisibilización del sistema, logrando que la voluntad de los individuos se apegue al sistema, luchando por la subsistencia del mismo al percibirlo como necesario y vital para la propia subsistencia.


Esta invisibilización sistemática tan magníficamente lograda en los tiempos de la posmodernidad, se manifiesta en subsistemas dominantes de menor escala o enfocados a facetas específicas del individuo, tales como el aspecto religioso, el aspecto productivo y el aspecto afectivo; que han tachado al acto del suicidio, por parte del aspecto religioso, de pecado imperdonable; por parte del aspecto productivo, de un desperdicio de seres que bien podrían producir y consumir para beneficio del sistema y por parte del aspecto afectivo, al tachar al suicida de cobarde, causante de una ruptura en el tejido primario de sociabilidad, como lo es la familia, creando un estigma negativo que rodea tanto al individuo y como a la familia.  Enumerando los aspectos, que a mi parecer, han dotado al acto del suicidio de un aura de negatividad extrema, convirtiéndolo en un acto prohibido, ilegal en ciertos momentos  y lugares de la historia humana, categorizándolo como un tema tabú, propio de individuos trastornados y con problemas psicológicos severos, mismos individuos que el sistema dominante ha engendrado en el inhumano mecanismo de su existencia.






Desarrollando más la explicación centrada en el aspecto religioso, al tachar al acto del suicidio como pecado, categorizándolo como uno de los de mayor gravedad al ir en contra de la voluntad de las deidades adoradas, utilizando el mecanismo de la culpa y del miedo para coartar la voluntad del individuo. Al hacer uso de la culpa, la religión logra que sus seguidores adopten como verdad incuestionable la voluntad de un deidad inexistente, voluntad que proviene de figuras dotadas del principio de autoridad, fundamentadas en la organización de poder terrenal que se ha investido así misma como la  mensajera de la deidad adorada en la Tierra. Toda esta organización busca como único fin el dominio en el pensamiento colectivo y en la manifestación física de los actos de las personas sometidas a esa alienación religiosa inculcada desde temprana edad. Hacen uso también del miedo más profundo del ser humano, la carencia del sentido de la existencia, carencia de un motivo primario para su paso por este plano existencial; miedo que ha sido sobreexplotado por las organizaciones religiosas creando toda una mitología divina que ha sido transformada en mercancía por el mismo sistema dominante, ya que toda organización o estructura que ejerza poder  debe apegarse a los principios ideológicos dictados por las relaciones de producción. En ningún momento las organizaciones religiosas o las figuras autoritarias que ejercen tal poder a través de ellas, han buscado el bien colectivo, por el contrario solo procuran mantener el status quo que tantos beneficios les ha dado a lo largo del tiempo. Es debido  a la posición que ocupan dentro del esquema de interacción del sistema dominante que tales organizaciones han dominado la voluntad individual y colectiva a su antojo, dictando reglas que buscan perpetuar su dominio, categorizando actos en busca de controlar el accionar de sus seguidores; como ejemplo claro de esta coerción es el castigo que recibe el seguidor que se atreva a cometer el acto del suicidio, al serle negada la extrema unción y por lo tanto la vida eterna en el paraíso contenido en su sistema mitológico. Un sistema mitológico que debería de tener cabida solamente en la ficción.



Otro de los aspectos mencionados con anterioridad es el productivo; en un sistema que ha tecnificado sus esquemas de producción de una forma deshumanizada, tanto para el individuo, como para el colectivo y para el entorno, el acto del suicidio representa un factor negativo en estos esquemas, ya que se le ha dado la etiqueta al suicida, de un individuo improductivo, carente de motivación, haciéndolo un ser parasito. Dentro del mismo sistema dominante, el individuo padece de trastornos mentales tales como la depresión, ansiedad e insomnio; trastornos que han disparado sus índices de padecimiento en la actualidad. Pero dichos trastornos tienen su base en el esquema socioeconómico del sistema, ya que así como sobre el individuo recae la exigencia de que produzca, también se le exige que consuma, que consuma de manera exacerbada, creando en este la necesidad del consumismo desmedido haciendo que padezca algunos de los trastornos antes mencionados, al ver maniatada su capacidad de consumo por la pobre retribución que recibe a cambio de su labor productiva. Una característica esencial que posee el sistema dominante es la capacidad de transmutar a mercancía conceptos tales como la felicidad o el amor, impregnando de estos conceptos a los productos que se buscan sean consumidos. Como anteriormente se mencionaba, la retribución recibida por el individuo a cambio de su producción no le permite la adquisición en vastedad de todos esos productos, por lo que conceptos como la felicidad o el amor, se vuelven esquivos, causando una patología severa en la salud mental, tan afectada en estos tiempos. Esta sensación de pérdida de estima del individuo para consigo mismo, desencadena un proceso de estrés constante, que lleva a, entre otras reacciones,  realizar el acto del suicidio. El sistema dominante condena dicho acto pero a raíz de los mecanismos que utiliza para su funcionamiento fomentan de manera implícita dicho acto, al arrebatar el valor personal en los individuos, reduciéndolos en entidades de producción y consumo.



Como último aspecto tratable se halla el afectivo; el ser humano al resumirse como ser gregario, necesitado de la interacción con otros individuos de su misma especie establece lazos afectivos, en base a la consanguinidad, modas culturales o poder adquisitivo. Como círculo primario de interacción social se mencionó con anterioridad a la familia, institución en la que desde el nacimiento se inculca como organización sacralizada, de vital importancia para la repetición de patrones sociales y hábitos que son necesarios para la dominación del pensamiento colectivo. La familia es también el círculo social en el que el ser humano desenvuelve su personalidad, su carácter y la forma de lidiar con su sensibilidad. En un sistema que busca exprimir la fuerza de trabajo del colectivo de forma inhumana, usando como motivación los lazos afectivos que unen a los distintos congéneres, propicia una fragmentación en el tejido familiar causada por las desigualdades y problemáticas engendradas por el propio sistema, provocando la decadencia en ese círculo primario afectando a los demás círculos de sociabilidad. La familia, para el sistema dominante, se resume a un mecanismo de control para los individuos, al obligarlos a producir incesantemente para procurar el sustento de sus descendientes. Otra función de la que el sistema ha dotado a la familia, es la de producción de una de sus materias primas de trabajo: los seres humanos, pero como un sistema enfocado en la sobreproducción de sus mercancías, este padece del mismo desequilibrio, desencadenando en la creación de un sobrante, que no es apto para su utilización en el engranaje del sistema. El mecanismo de control que ejerce la familia en el individuo, crea en este la necesidad de satisfacer las expectativas que esta deposita en él, expectativas que son de difícil realización para el individuo promedio, causando sentimientos de frustración, desesperanza o decepción, que combinados con la presión ejercida por los otros círculos de sociabilidad, orillan al individuo a la toma de elecciones no acordes a su voluntad.






Apartándome de la temática tratada en los párrafos anteriores, en la que analizaba el acto del suicidio desde una perspectiva totalmente influenciada por factores externos, en los párrafos siguientes analizare al acto del suicidio desde una perspectiva puramente apegada a mi criterio personal. Aclarando que mi visión personal sobre la vida puede aproximarse al pesimismo, en que el sufrimiento es inherente a la existencia. La humanidad, a mi entender, es un conjunto de entes imbuidos en carcasas físicas movidas por impulsos eléctricos, que gracias al nivel de pensamiento que ha alcanzado su raciocinio les ha dado por dotar de complejidad sus instintos primarios de sobrevivencia. Aun a pesar del alto nivel de pensamiento alcanzado, no logrado desenmarañar los enigmas primarios que le darían sentido a su existencia, manifestando en su imaginario la incertidumbre de no poseer una guía, una verdad absoluta que lo conduzca en la dirección correcta.



Debido a esta falta de respuestas, el ser humano ha creado normas, leyes y reglas que lo mantienen dentro de los comportamientos conductuales socialmente aceptados, habiendo excepciones. El ser humano como ser pensante a lo largo de su historia ha cargado con el peso que las dudas existenciales más primarias han depositado sobre su conciencia, logrando que este caiga en una suerte de tormento por la esquividad de las respuestas a esas dudas. Sin embargo cabe aclarar que es un esfuerzo en vano el tratar de hallar una o varias respuestas absolutas, ya que ninguna daría satisfacción a la constante angustia derivada de la interacción del ser humano consigo mismo y con sus congéneres. Buscando anular tal angustia, el ser humano ha caído presa de mecanismos, cuyo único fin han sido perpetuar el control tanto del pensamiento humano como de las acciones que cada individuo o sociedad realiza, buscando el beneficio hacia los intereses de estructuras de poder que se alimentan con la confusión y el desasosiego producido en el seno de una existencia plagada falsos consuelos proferidos por falsos profetas que han convertido a la libertad y la salvación, en una burda mercancía vendida a personas carentes de juicios ideológicos claros y criterio propio.



Reconozco a la voluntad como la única fuerza humana capaz de transformar su entorno, como el único motivo por el que la civilización humana ha logrado sobreponerse a plagas, hambrunas, guerras, desastres naturales y toda eventualidad que ha amenazado su supervivencia. La voluntad enviste al ser humano con el poder que el mismo ha dado a los dioses que ha inventado. Esta misma fuerza suprema imprime al individuo de los deseos inherentes a su condición, sean estos materiales o espirituales. La voluntad encuadrada dentro del mundo objetivo, está apegada a las causas que desencadene sobre el ser en cuestión, al estar condenado a la elección, cada elección tomada con o sin conocimiento de causa, traerá para el individuo una serie de situaciones con las que deberá de lidiar haciendo uso de su juicio moral. Cada elección que es tomada tiene como objetivo primordial el cumplimiento de un fin, el cual debe ser comprendido al momento de ser establecido; para que luego los procedimientos más adecuados se conjuguen derivando en la acción que llevara a la satisfacción del deseo principal.



Los deseos del individuo poseen como propiedad, el estar influidos por los influjos y las circunstancias exteriores que se reflejan a través de las condiciones interiores de este, tales como sus necesidades, intereses y conocimientos. Al actuar en un mundo material, este le ofrece al individuo la posibilidad de plantearse el cumplimiento de diversos fines en aras de autoafirmarse en una identidad elegida para sí mismo. Esto conlleva a la toma de resoluciones o actuar de determinada manera, siempre condicionado por el criterio adquirido a raíz de la experiencia, de la educación o de la autoformación. Al momento de que el individuo asuma la toma de elecciones como una condición inherente a su existencia, se harán presentes ante él, tanto obstáculos internos (temor, duda, cobardía  o indecisión), como obstáculos externos (posición socioeconómica,  restricciones afecto-culturales, aspectos legales o morales) que irán tergiversando el fin que fue planteado en un principio. La voluntad siempre estará ligada a la capacidad intelectual e individual que el sujeto posea; como estas capacidades varían de persona en persona, así de variable será la cuota que será aportada por cada una de estas al desarrollo social. Es de vital importancia una correcta orientación de la fuerza de voluntad desde temprana edad, esto para evitar el aplastamiento de las cualidades individuales que afectaran el desenvolvimiento en la sociedad.






Aunque es de resaltar que en toda sociedad se da la existencia de individuos que aun siendo participes de la orientación más metódica y aun logrando la satisfacción de sus necesidades desde las más básicas hasta las de autorrealización, se hace presente en ellos una sensibilidad hacia los estímulos externos muy alta,  derivando en que estos individuos experimenten una emocionalidad cargada de insatisfacción, aislamiento y de desadaptación hacia los convencionalismos propios de la temporalidad en la que conviven con sus congéneres. Como cualquier otro individuo, estos también están sujetos a los modelos de participación colectiva que tienen lugar en el sistema dominante, llegando a poseer ambiciones y queriendo lograr un fin, pero teniendo el conocimiento pleno de que el logro de dicho fin no trae consigo como consecuencia directa la satisfacción característica del cumplimiento de metas establecidas, desenmascarando la falsa afirmación de que en la autorrealización se encuentra el sentido de la felicidad. 



Exceptuando fugaces momentos en el que distintas eventualidades se logran conjugan para dotar a estos individuos de minúsculos espacios de tranquilidad, ellos no son capaces de desmarcarse o de “superar” esta etapa de pesimismo imperante hacia la visión que manifiestan en su vivencia cotidiana. Al padecer constantemente la falta de sentido, buscan los medios con los cuales aplacar momentáneamente la opresión sufrida por sus propios pensamientos, dando en algunos casos como fruto piezas de arte (artes plásticas, literatura, poesía), dignas de la mayor estima. Reafirmando el hecho de que de lo que se ha etiquetado como negativo y se ha tratado de ignorar o invisibilizar, puede ser utilizado como instrumento para proveer a la humanidad de herramientas que o deleiten su sentido estético o colaboren en el desarrollo social de la misma. Como conclusión a este escrito he querido dejar de como última idea, la concepción de que el suicidio es la culminación de una sucesión de experiencias psicosomáticas que perturban el equilibrio emocional  y psicológicos del individuo, siendo esto cierto en el sistema en el que convivimos. Apegándonos al ineludible hecho de que el cambio es inevitable, afirmo con seguridad de que el actual sistema dominante llegara a la caducidad de su existencia dando paso, como debería de ser, de un nuevo sistema en el que a propuesta personal deberían de ser desechadas viejas estructuras de control, tales como la familia, en su esquema actual; privilegiando la voluntad que el individuo desee ejercer sobre sí mismo, reafirmándose como único ente en dominio de su existencia, con el poder de decisión de continuar con ella hasta que la muerte natural o accidental lo alcance, o si por el contrario desea dar por finalizada su participación en este plano existencial.



Como última aclaración, deseo dejar establecida que la intención que ha movido a mi voluntad al momento de escribir los siguientes versos ha sido netamente la exploración estética del suicidio, como reafirmación del individuo en su negativa de participar en la vorágine del sistema capitalista.


Guatemala, 01 de agosto de 2019


Prefacio del libro "Vocablos Suicidas".












Vacua Consciencia 2.0