Principios de mi Ácrata Concepción Interiorizada
El
puntapié inicial para poder lograr el establecimiento de un conjunto de
directrices que, en su equilibrada yuxtaposición, dirijan de manera
relativamente correcta las nociones de un pensamiento individual es clarificar
concisamente aquellos principios, iniciando por los filosóficos, políticos,
culturales, llegando inclusive hasta los estéticos, y los mayoritariamente
individuales como los psicológicos o empíricos. La práctica de este ejercicio
encuadrado dentro del marco dinámico del pensamiento permite sustentar las
ideas por las que se llegan a plantear tanto explicaciones, como soluciones
para los fenómenos y las problemáticas que llegan a aquejar, tanto internamente
como exógenamente. Las bases para dicha fundamentación pueden, y deben de tener
una considerable diversidad de ideas, nociones y axiomas, de las cuales echar
mano avocándose a la teórica dimensión que se ha ido acumulando a lo largo de
la historia, por lo que para poseer el suficiente grado de asimilación,
concreción y amalgamiento en el pensamiento es indispensable el estudio de la
mayor cantidad de fuentes bibliográficas, historiográficas y científicas para
tratar hallar un mínimo resquicio de apego con la verosimilitud de los eventos
que han condicionado las manifestaciones ideológicas sobre las que se sustentan
los sistemas filosóficos, políticos y culturales que han manejado la
interacción social de la humanidad. Así mismo también se hace necesaria la
consumación de una ingente cantidad de tiempo dedicada a la tarea académica de repaso
antes mencionada; pretender que el aprendizaje de una bibliografía acumulada
por siglos pueda llegar a ser mínimamente asimilada en un corto periodo de
tiempo raya en lo absurdamente imposible, ya que ni aunque se dedicaran las 24
horas de un día terrestre, durante lo variable cantidad de años que
promediamente una persona pueda llegar a vivir, sería tiempo suficiente para
poder afirmar que se posee la totalidad del conocimiento humano.
Este
aviso no debe de tomarse como un desaliento para toda aquella persona que
pretenda adentrarse dentro de las profundidades del conocimiento humano, a
pesar de su efímera y corta existencia, en términos cósmicamente temporales
encuadrados, es fascinante la tarea de asimilar las mayores cuotas posible de
conocimiento humano, evitando caer en la necesidad del ego por afirmar una
superioridad intelectual, y que esta abrume la necesidad del saber. La adopción
del conocimiento no debería de ser etiquetada como una especie de competencia
para alzarse por encima de los demás, y sobresalir a base a premios o
reconocimientos, muchos menos para procurar la engañosa adulación de sus
semejantes, o la servidumbre hacia aquellos a quienes la actividad intelectual
beneficie directamente, o aluda a sus ideas interiorizadas. La necesidad humana
de transcender la condición original bajo la que ha sido etiquetado para todo
individuo es ineludible, de manera variable es alimentada por las diversas
exigencias materiales, o de naturaleza metafísica, siempre apegadas a la
sistematización que maneje la economía de intercambio de bienes y servicios
necesarios para una calidad de vida que varía de clase en clase, junto con las
normas que regulen el valor de las mercancías, así como de la actividad
laboral. Junto con la necesidad de transcender se ha asociado la idea de la
consecución de dicho objetivo haciendo uso de todos los recursos posibles, y
cometiendo una diversidad de actos condicionados a estamentos morales
cuestionables y totalmente faltos de ética, olvidando la empatía hacia los
semejantes y hacía el entorno natural. Es innegable que el deseo de superación
y la autorrealización como impulsadores de la transcendentalidad humana ha
originado un progreso abrumador que ha llevado a la humanidad a convertirse en
la especie dominante del planeta, sin embargo, es necesario tomar en cuenta las
formalidades conductuales bajo las que se han formulado las dinámicas de
distribución y generación de la productividad y riqueza que dicho progreso ha
dejado.
Volviendo
a la noción principal de este ensayo, cabe recalcar que la consecución de un
grandioso amalgamiento ideológico de considerable nivel académico no es
sinónimo de infranqueable sustentabilidad teórica, o lo libra del hecho de ser
halladas falencias encuadradas en el marco epistemológico y ontológico de la
estructuración del pensamiento. Constantemente deben de revisarse las bases
teóricas para examinarlas y analizarlas, con el fin de apegarlas a los cambios
dados en el contexto socio-cultural que viva la persona en cuestión. En muchas
oportunidades se dará el hecho de que esta persona será sometida a un proceso
de confrontación hacia sus certezas ideológicas, del cual, aunque con irregular
resultado, se harán evidentes las fallas en la estructuración ideológica, por
muy variable que sea la magnitud de su caducidad. Tal confrontación será de
gran ayuda para ir reparando las fisuras existentes, no obstante, por muy
diminutas que sean nunca podrá librarse por completo de tales falencias. Otra
circunstancia que requiere de mención se da al momento de la adopción de dos o más
ideas o nociones contradictorias, o contrarias en uno o varios de sus
fundamentos, conseguir la conciliación entre sus diferencias buscando como
resultado el acoplamiento sin caer en falacias o contraviniendo entre sí los
discursos esgrimidos para defender dicha adopción, es una ardua tarea que
requerirá de una metódica praxis epistemológica y ontológica, que en la mayoría
de veces beneficiara a una idea o noción por encima de otra, o llegar al
extremo de tener que desechar una o más de dichas ideas.
En los consiguientes párrafos me enfocare en enumerar y dar la explicación necesaria a esos principios teóricos que he adoptado, con los cuales he ido estructurando mi pensamiento para interpretar y dar explicación al entorno que me rodea. Cabe la aclaración de que los principios que se enumeraran a continuación no son infalibles, ni tampoco permanecerán inalterables conforme mi pensamiento evolucione en base a la experiencia temporal. La transición a la práctica de estos principios es un proceso que aún se encuentra en desarrollo, con la posibilidad de que no llegue a concretarse a cabalidad, o al menos no al nivel que sería de mi completa satisfacción. Paso a enumerarlos.
Como primera condicionante viene la necesidad de identidad, la necesidad de autoafirmarme como X o Y ente. Por lo tanto, en mi condición de humano, me asumo como un ser pensante con la capacidad de la autoconsciencia en cuanto a los fenómenos manifestados en mi entorno. Sin embargo, que circunstancias me condujeron a asumirme de esa forma, o cuales son las resultantes de tal asumida condición. Para empezar la constitución de mi esencia ontológica es el producto de un conjunto de procesos transformadores que se han dado por el desplazamiento, la interacción y la manipulación de mi especie con la materia que compone su entorno. Por lo tanto, para construir los fundamentos de mi pensamiento debo obligatoriamente de supeditarme a las teóricas elucubraciones, epistemológicos alcances y metódicos descubrimientos realizados por aquellas personas que se interesaron en los campos de estudio existentes, o que existieron. Llegado a cierta edad surgió la inquietud por darle un basamento a mi pensamiento, un soporte que no hallaba en ninguno de los métodos de estudio a los que había estado sometido con anterioridad, por suerte para mis deseos intelectuales tuve al alcance de mi mano, una considerable cantidad de archivos bibliográficos dedicados a distintas ramas de la ciencia, personificados en la forma de libros. Por iniciativa propia me dedique a la lectura de muchos de estos libros, la mayoría de veces sin entender a cabalidad los conceptos que manejaban por tratarse de ideas y nociones de un nivel superior a mi entendimiento, sin embargo, proseguí con la autodidacta empresa que me había impuesto sabiendo que tal labor la desarrollaría por el resto de mi vida. Ya habiendo pasado aproximadamente 4 años desde ese inicio, sometiendo a la autocrítica, el nivel de entendimiento que he llegado a alcanzar a escalado considerablemente, pudiendo llegar a entender mínimamente libros que tratan sobre filosofía, historia, sociología, antropología, hasta llegar a otras temáticas tales como arte, estética, mitologías; todo sin olvidar la siempre necesaria literatura en forma de cuentos, novelas o poesía. Ese deseo inicial por el saber no ha menguado con el pasar de los años, sé que aún es muy temprano para considerarme un experto en alguna rama del conocimiento, incluso nunca me llegaría a considerar de tal forma, ya que dicha condición intelectual supondría una totalitaria sapiencia de la rama en cuestión, siendo esto imposible.
Conforme
fui asimilando ideas al ser consciente de su existencia, tanto por sus nociones
teóricas, como por sus resultantes históricas al haber sido llevadas a la práctica.
Me dedique a sopesar sus pros y contras, dándome cuenta que ninguna de ellas
poseía una dimensión de verdad absoluta que pudiera aplicarse a toda sociedad
existente sobre el globo terráqueo, y que seguir tales ideologías ciegamente,
elevándolas al nivel de dogma incuestionable, no era el rumbo que tomaría. Aunque
hago evidente mi simpatía hacia cierto número de ideologías, soy consciente que
al desplegarse prácticamente sus fundamentos han llevado a ser un instrumento
para el sometimiento de otros seres humanos, una disyuntiva que ha padecido
cada ideología llevada a la práctica sin excepción alguna. Esto debido al
segregamiento que estas causan, no obstante, las ideologías por si solas no son
las causantes de tales males, es el instrumento ontológico que estas han
necesitado para ser concebidas, hasta para ser puestas en práctica: el ser
humano. La especie humana reboza en imperfecciones y falencias, las cuales ha
buscado ocultar o disimularlas en base a su intelecto superior con respecto al
resto de especies animales con las que comparte el planeta. Desde mi
individualidad decidí que desterraría la necesidad de creer ciegamente en X o Y
idea, que adoptar una uniformidad en mi pensamiento sería constituyente de
obstáculos para alcanzar lo que consideraba una auténtica comprensión del
dinamismo humano en todas sus dimensiones existencialistas. Si bien seguiría
las directrices de ciertos movimientos y corrientes, no me dejaría abrumar por
el fanatismo, ni pregonaría una superioridad innata para con estas. Aprender el
componente emocional fue de suma importancia para concretar el objetivo antes
planteado, esto debido a que como ser humano estoy supeditado a padecer un
conjunto de emociones y sentimientos que son emparentados con las ideas que mi
entendimiento comprende.
Conforme
fui adentrándome a las distintas ramas del pensamiento, fui dándome cuenta de
que, aunque cada una de ellas daba su propio enfoque, con el que intentaban dar
explicación al cómo y por qué de los fenómenos, ninguna poseía una magnitud de
completa aplicación para cada vertiente o contexto eventual sucedida dentro del
recorrido temporal de la humanidad. Cada una a su modo, desde su particular
perspectiva fomentaba una serie de compendios teóricos cuyos alcances significativos
variaban en práctica realización. Una vez que leí algunos textos en donde se
describían los fundamentos de las mismas, al someter esos mismos fundamentos a
mi juicio crítico, y al tratar de asimilarlos con la dinámica realidad externa,
me convencí de que entre estas corrientes del pensamiento se daba una especie
de sentido de complementariedad, un tipo de rompecabezas en donde una vez se
unieran un considerable número de piezas llegaba a visualizarse una visión más
elevada en cuanto a las respuestas que
se intentaban hallar al ser establecidas las corrientes estudiadas. Por
supuesto que no poseo los conocimientos suficientes en cuanto a la totalidad de
estas corrientes, ni siquiera sobre la completa definición de las pocas
corrientes estudiadas, sin embargo, me atrevo a afirmar que al buscar la manera
de ir encajando las nociones epistemológicas se podrá hallar un sentido más
ampliado que permita alcanzar un grado de verosimilitud más elevado. Debido al
hecho de que todas las nociones estudiadas han sido formuladas por cúmulos de
pensadores aupados a diversos conjuntos de ideas que varían su relevancia
condicionadas por el contexto temporal y cultural que se halle en vigencia, de
esa misma forma variara la validación que cada corriente de pensamiento pueda
llegar a tener, padeciendo cada una de ellas de una etapa de prototípica
estructuración, para pasar por una época de florecimiento y consolidación,
hasta terminar cayendo en desuso sino es capaz de modificar sus estamentos, o
bien sometiéndose a un proceso de evolutivo desarrollo que se apega a los
cambiantes eventos, de donde se extraigan las renovadas ideas que condicionaran
el dinámico devenir del pensamiento humano, y con el cual se dé pie al germen
de los mismos eventos que engendren estas ideas, en un proceso de dependiente
complementaridad. Por lo mismo pretender juzgar las obras, los autores y los
códigos de conducta que dictaban la forma en que debían de darse las dinámicas
de convivencia de las sociedades humanas, con las normativas de otra época que
no sea en la que estuvieron vigentes, llegaría a caer en un absurdo intento de
evaluación, del que claramente no podrían cumplir con los estándares morales y
éticos de la actualidad, en la mayoría de los casos. Se hace necesario
salvaguardar las distancias temporales, socio-culturales, epistemológicas y
ontológicas al momento de proceder a realizar un análisis de las corrientes del
pensamiento habidas y por haber.
Regresando
a considerar mi inherente condición ontológica de ser humano, fui completamente
consciente de las ventajas, limitantes, obstáculos y desafíos que tal condición
me planteaba. Iniciando con las ventajas, podría enumerarlas comenzando con el
hecho, que párrafos antes describí como la circunstancia de poseer la autoconsciencia
de mi existencia, aunque catalogar tal hecho dentro de la categoría de ventaja
vendría siendo hasta cierto punto engañoso, ya que llegar a alcanzar este tipo
de autoconsciencia si bien me ha permitido consolidar un compendio de ideas y
nociones que se han constituido en un salvamento al momento de padecer un
sinnúmero de situaciones devenidas de la convivencia con mis semejantes, así
mismo me ha planteado unas serias desventajas para el desenvolvimiento de mi
persona en la sociedad en que ejerzo mi existencia, cayendo en una carencia de
sentido que me motive a continuar replicando muchas dinámicas sociales, incluso
orillándome a acumular pensamientos que podrían catalogarse como dañinos para
mi salud mental, siendo los catalizadores de la toma de decisiones erradas que
me llevaron a cometer actos, con los que dañe mi cuerpo y enferme mi
consciencia. Aquella persona que busque dedicar tiempo al estudio del
pensamiento humano, en la mayoría de los casos, tomara una especial
sobre-consciencia en cuanto a la insignificancia de su ser, convirtiéndose en
esta idea en la principal limitante para el elevamiento de su estructuración
cognoscente. No obstante, en el interior de esta idea de efímera existencia se
esconde el secreto para su superación, hallándose en la total aceptación de la
pequeñez humana en cuanto a su entendimiento y maneras de asimilarlo a su
entorno material. Una vez se deja de lado las desviaciones que se dan al
imbuirse en una altiva ensoñación plagada de falsa divinidad, se puede
continuar con rumbo ideológico trazado. A lo anterior mencionado se debe de
añadir que debido a que poseo la condición de ser gregario por obligada
imposición socio-cultural, todas las expresiones palpables e intangibles de mi
existencia se dan dentro de las dinámicas de una sociedad en específico con sus
contextuales peculiaridades engendradas por la sistematicidad ideológica,
política y económica que rija durante mi vigencia existencial. Esto supone el
tener que enfrentarme a los obstáculos exógenos que se me planteen en busca de
satisfacer mis inherentes necesidades humanas en el interior del marco
contextual que habito. Suponiendo la tarea de satisfacerlas en una rutina
diaria que llega a absorberme grandes cantidades de tiempo medible, enfocando
mis esfuerzos y empeño en realizar tareas que en la mayoría de ocasiones no
sumarían ninguna cuota de trabajo a la obra que pretendo dejar como legado de
mi existencia. Como una pieza más encajada dentro de la colosal maquinaria de
las sistematicidades inherentes a la correlación de fuerzas productivas, yo
debía de adquirir los medios para garantizar mi sobrevivencia enfocándome en
trabajos mal remunerados, por los cuales no llegue a sentir ninguna clase de
apego, debiendo de realizarlos por el simple hecho de que me daban la mínima
sustentabilidad que necesitaba. Absorbían gran parte de mi energía diaria, por
lo que al terminar la jornada laboral que debía de cumplir, me hallaba exhausto
y con el único deseo de reposar mi cuerpo, y desconectar mi consciencia atiborrada
de inútiles datos e información que nunca llegaría a necesitar fuera de las
instalaciones en donde laboraba. Prontamente caí en la cuenta de que para
sustentar mis inquietudes por el saber humano, debía de tener a mano la mayor
cantidad de tiempo medible para dedicarlo al estudio y la lectura, derivando en
que dentro la subjetividad de conceptos internalizada se cambiara radicalmente
la definición de la palabra “ocio”, la cual en épocas anteriores asociaba con
actos como la pérdida de tiempo, la falta de una rutina establecida, o la carencia
de disciplina y constancia, Redefiniéndose como una necesaria acción para que
mi consciencia pudiera desembarazarse de aquellas tareas que exigían su
concentración, cambiando el enfoque de su atención a el repaso de la mayor
cantidad de escritos y material del cual pudiera extraer ideas o nociones, que
me ayudarían a fundamentar las bases de mis pensamientos interconectados.
Mientras me adentraba a un nuevo rumbo de conocimiento se hicieron evidentes
las falencias que padecía mi poca sapiencia, no tarde mucho en darme cuenta el
bajo nivel que poseía en cuanto a los campos de estudio en los que estaba
adentrando. En un principio llegue a experimentar una claudicación en las
fuerzas para continuar con mi labor, no obstante gracias a que con anterioridad
tuve contacto con ciertas nociones de la filosofía oriental, más
específicamente una idea que rezaba de la necesidad del ego por alimentarse
para exaltar la autoestima de su receptor hasta llevarlo a tener la creencia de
su indiscutida superioridad, me repetí a mí mismo como un mantra, de que nunca
llegaría a alcanzar ningún tipo de omnisciencia en alguno de los campos de
estudio en los que enfocaba mi atención, al empeñarme en conseguir tal meta
inalcanzable, solo me conduciría a la decepción y consecuentemente al abandono
de mi labor. Liberándome de las presiones que mi propio ego me imponía, lo
relegue a un rincón oscuro de mi concepción interna, y me dedique a continuar
con el viaje epistemológico y ontológico que ocupara toda mi vida.
Conforme
iba incrementando la cantidad de conceptos aprendidos, tome consciencia de una
nueva eventualidad que se hacía cada vez más evidente. Como anteriormente
mencione de la multiplicidad de interpretaciones de la realidad objetiva, y
como esas variables desembocaban en la concepción de una diversidad de
compendios teóricos, que a su vez era las bases para la conformación de un abanico
de ideologías aplicables campos políticos, culturales, filosóficos, etc. Añadiendo
a la ecuación el factor determinante de poseer yo mismo, como ente pensante y
consciente, una singular interpretación subjetiva supeditada a la construcción
interna de mi juicio crítico, a partir de mis experiencias recabas a lo largo
de la interacción realizada en el interior de las dinámicas sociales de
intercambio comunicativo con mis semejantes, carácter innato, maneras de
comportamiento causadas por las vivencias de castigo o recompensa, en fin, mi
propia y única manera de ordenar las nociones que iba recolectando, y la forma
en las que las iba relacionando y encajando una con otra. Fue de esta forma,
que al enfrentarme a esta nueva faceta de la realidad, un tanto alejada de su
revestimiento de uniforme objetividad, que en mi entendimiento se concibió una
respuesta a la duda en cuanto al auténtico concepto o definición de la verdad,
siendo esta idea cognoscitiva una esquiva ilusión cultivada desde milenios, una
etiqueta autoimpuesta por aquellos que buscaban un aprovechamiento de las
rezagadas concepciones e interpretaciones de sus semejantes, en aras de
conseguir un beneficio material, o intangible, que derivara en la enfermiza
acumulación de cuotas de poder y bienes materiales. La verdad fue definida por
mi concepción consciente, como un estado de sapiencia inexistente, el cual
estaba fuera del alcance de cualquiera con la original esencia de ser humano. No
valdría la pena empeñar mis esfuerzos en alcanzarla, sería un desperdicio de
tiempo y atención. Para mi condición humana era asimilable una categoría de
conocedor a grandes rasgos del sentido de la existencia, sin ser capaz de
profundizar en sus profundos significados, nada más me quedaba armar las
respuestas complementarias que en mayor, o menor medida dieran tranquilidad a
interiorizadas interrogantes. La fascinación que las ideas y nociones que iba
adquiriendo se incrementaba, mis ansias por saber aumentaban, aunque
constantemente reflexionaba en las implicaciones que traerían para mi
consciencia el adquirirlas. De manera progresivamente lenta un proceso se
desencadeno en mi consciencia, al ser capaz de reconocer esas dinámicas de
implícita presencia, las cuales por haber permanecido el suficiente tiempo
cayeron en el ámbito de la normalidad, adquiriendo una connotación de
invisibilidad, y la incuestionable obediencia de los individuos que se
manejaban dentro de sus directrices. Fue ineludible para mi percepción conectar
las acciones, en apariencia aisladas, que componían el todo de la influyente
sistematicidad de mayor escala en sus alcances dinámicos. Aunque al ser
consciente de tal realidad imperceptible, no me desmarco de ser una pieza más
acoplada a su funcionamiento.
A
pesar de que la autoimpuesta encomienda por desentrañar las ocultas vicisitudes
de la existencia se vislumbre de compleja consecución, con la aparente libertad
de la elección, tome la decisión de dedicar parte de mi vida a tal labor, así
mismo asumo la brevedad de mi vigencia temporal la cual condiciona el alcance
de los resultados que pueda llegar a obtener. Sopesando las implicaciones de
dichas variables, he mentalizado y asimilado la idea de la insignificancia de
mi obra, haciendo que mi labor contenga una caracterización de implícita
inutilidad, tanto para la dinámica social contemporánea, como para el devenir
histórico inmutable. Ni decir de intentar sobrepasar de alguna forma a la
indiferencia manifiesta del entorno cósmico para con la existencia humana, o al
intentar incorporarla con la magnitud eterna del todo cambiante, implicando
ampliar las dimensiones teóricas de los fundamentos que llegue a utilizar,
recayendo en la culminación de una cadena de acciones que para el entendimiento
humano se torna imposible, haciendo inevitable la confluencia con la sensación
del absurdo que finalmente llegara a anular todo el empeño y esfuerzo que
pudiera llegar a dedicar. Por lo tanto, categorizar la labor impuesta como un
pasatiempo se torna como la decisión más plausible, en aras de mantenerla
indefectiblemente como una prioridad para mí. Al despojar a las conclusiones
teóricas que yo pudiera formular de la seriedad con la que otras culminaciones
teóricas han sido revestidas formuladas por otros pensadores, y verlas desde la
simplicidad de unos esbozos epistemológicos y ontológicos de un ser humano con
inusual gusto por el ocio cognoscente, las dotaran de una maleabilidad
conceptual que evitara sean tomadas como dogma, o tergiversadas para antojo y
beneficio de individuos, grupos o sistemas alejados de mis ideales filosóficos
y políticos.
Escribo este compendio de
ideas y nociones como un intento de permanecer para la posteridad, como un
desafío a la muerte para demostrar que tal estado de nulidad no significa la
total aniquilación del individuo. Así mismo actúo movido por el miedo más
arraigado dentro de mi emocionalidad, el pavor que me causa el olvido, saber
que durante lo que duro mi vida no haya sido capaz de crear o concebir una
mínima idea u obra, por la que valga pena ser recordado. Resistiendo dentro del
mar de consciencias que componen mi entorno fraternal, espero que algunas pocas
de ellas lleguen a captar los mensajes que intento transmitir, y que estos puedan
llegar a ser de utilidad para su propia búsqueda interna por un sentido. Plasmare
a través de todos los medios que sea capaz de utilizar, las nociones que se
formulen en el interior de mi dinámica consciencia, encuadrándolas dentro de
los soportes que faciliten su difusión, manteniendo el sentido estético que
nazca de mi sensibilidad. Este blog se convertirá en el reflejo de lo que mi
consciencia al ser influenciada por la magnitud vital, llego a ser, en donde
procurando alargar su vigencia transmutará su formalidad esencial pasando a
coexistir en una realidad virtual de desconocidas proporciones, dotando de
realismo a la profética idea de la trasferencia de la consciencia humana a un
soporte virtual para evadir la mortalidad. Carente de aspiraciones económicas,
o de autorrealización egocéntrica, simplemente anhelo que mis pensamientos e
inquietudes lleguen a ser leídas en la perpetuidad que la dimensión virtual lo
permita.
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